lunes, 19 de noviembre de 2007

un finde...

Fin de cuatrimestre, casi fin de año. Decido tomarme un fin de semana tranqui, sin tanto estudio, más libre. El clima se presta...y mi ánimo también.
Una a veces necesita que le digan de vuelta lo que ya sabe, pide respuestas donde no puede enunciar bien la pregunta, donde cree que dice todo y el otro no entiende nada. Pero entre alivio y fastidio toma decisiones, pequeñas, pero decisiones al fin. No pensar suele ser la más apta.
Así que me sequé las lágrimas, y tomé un libro, una novela de esas de verano, lectura rápida pero atrapante a la vez. Me senté en el sol, recordé la noche anterior con amigos, me reí un poco, y suspiré: "a veces son insoportables, pero buena gente, necesito de la dosis de noches de risas y anécdotas con ellos". Acompañaban a mi lectura el agudo sonido de un llamador de ángeles de metal, y un casal de cotorritas australianas que conversaban entre ellas, o era eso lo que yo pensé.
Luego dormí un rato la siesta, y me levante a seguir leyendo. Para no estar tan sola, me conecte un al chat, encontre algunos que estaban como yo, compartimos experiencias y música. A veces del otro lado hay gente que, como una, solo quiere sentirse en sintonía con otros, aunque sea virtualemente.
A pesar de ser sábado preferí no salir, aún estoy algo suceptible por los robos ocurridos en la puerta del departamento. Me acosté a seguir leyendo la novela: "las cosas pasan en la vida una tras otra velozmente y ni siquiera te das cuenta de que las estaciones cambian, es que el tiempo pasa rápidamente", decía la autora, y yo me lo grababa para no olvidar que aún quiero zambullirme en la vida y no solo sobrevolarla.
El domingo amaneció lindo, pero se fue nublando de a poco, y en consecuencia hizo que se suspenda el día de choripanes en la Toma Vieja (un camping), pero que se recicló en un almuerzo con amigos, siempre ameno.
A la tarde seguí un rato más con la novela, pero si quería que éste sea un domingo algo distinto a los anteriores, no podía pasarme frente a la compu o dentro de la casa toda la tarde. Así que tomé el celular, y desperté a una amiga, que despertó a otra, que volvieron a despertarme a mí (la espera me dió sueño, ja), y nos invitamos a matear al parque.
Dejé celular, cartera, todo lo que me "atara". Quién podría escribirme o llamarme un domingo... y si así fuera, podrían esperar, un día que decido sacarme ese aparatejo de encima.
Solo puse diez pesos en un bolsillo, y las llaves en el otro, y comencé a caminar. Hacía calor, y me recriminaba no haberme puesto musculosa, pero no importaba, el viento pegaba en mi cara, y yo caminaba a un ritmo tranquilo pero con actitud.
Decidí no tomar las mismas calles que camino diariamente, si de hacer algo distinto se trataba, tratar de romper lo rutinario tambien era caminar por otras veredas, descubrir nuevos recorridos.
Encontrarme con mis amigas, tomar mates a orillas del Paraná, ver el atardecer, filosofar sobre la vida. Saber que pasar la tarde juntas era ayuda mutua, también reconfortaba.
Volví a casa, con menos libertad, la noche me ha vuelto a asustar como cuando era chica y no soportaba pasar la oscuridad de la cocina para ir al dormitorio. En el celular tenía varios mensajes y llamadas perdidas, eran de mamá...al final ellos siempre de acuerdan de mí...
Llegué, me bañe, y me dispuse a seguir con la novela hasta dormirme. No tuve sueños reconfortantes, no sé si dormí demasiado, ni bien, peor me levanté con ganas, el solcito que pega en la ventana mientras escribo, me dice que es un lindo día.